En la consulta de hoy la doctora me preguntó si tenía dificultad al respirar, o si al caminar o correr sentía que me faltaba el aire.
Afirmé y mentí pues necesitaba el certificado médico urgentemente, así que se trató de una mentira piadosa en pro de una conveniente razón. Pero hoy que andas lejos, sabes lo que me sucede en realidad. Tú conoces cómo mi relación con el oxígeno se torna compleja ante tu ausencia. Te lo dije una tarde de febrero, tarde con mucho viento y cielo anaranjado. Sólo cuando estás aquí, conmigo, puedo respirar profundamente; sólo entonces siento que verdaderamente el aire me llena los pulmones.
Es cierto, lo sabes.