Rompe con su furia arrebatada
el oleaje negro en la boca de la noche.
Desata el hilo del sueño.
(Las decepciones son como el mar:
emerge a veces de los ojos)
Mi boca naufragó
se ahoga,
yace a la deriva aferrada a un tablón de cinco lustros.
Ángel cadavérico del sueño,
no me abandones en roca última,
en la playa contrita de los cuerpos necios
en el acantilado final del enigma
en el tedio de la agonía de mi compleja mente.
Ábrete a los espacios,
a lo que no está en mí.
A la ternura del mundo.
Los barcos temidos se alejan
se llevan en las fauces del viento
mi cabeza avasallada y obtusa.
No volveré a gastarles bromas
a los marineros.